─Señor, por favor, espere que vamos a bajar... Bajá gorda baja... Debe ser un enfermito, no sé...
Manuel la miró pasar; la hubiera querido abrazar, comérsela a besos, gritarle: "Ale, soy yo". Pero ahí se quedó viéndola ir, mudo, en medio del bochinche de Buenos Aires, con las manos en el volante y el gesto bobalicón de aquel adelescente que fue.
By: Omar Mir
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